No levanté mi voz para sentirme valiente, lo hice para ser una luz para todas esas personas que aún están sumergidas en ese laberinto de oscuridad
A mis 17 años, dio inicio una relación que en mis pensamientos sería una historia de amor como de película, poco a poco se fue transformando en la experiencia que cambió totalmente lo que Sabrina Deraneck era. Me sumergí en un laberinto sin salida, donde olvidé por completo mi esencia, mis sueños, mis alegrías y mis motivaciones.
Perdoné una y otra vez, creyendo en promesas, en pequeñas palabras que para mi tenían gran valor, hasta que llegué al punto en que debí huir, denunciar, pedir ayudar y agradecer a Dios una oportunidad más para estar aquí, por haberme protegido durante minutos que podían haber dado fin a mi recorrido en el camino de la vida.
En todo ese tiempo nunca entré en razón, me enfoque en creer que todo lo que ocurría era mi culpa, mi autoestima cada vez estaba más baja, me perdí, eso hizo de mí otra persona, no escuchaba, no aceptaba, estaba atrapada en un círculo vicioso, una prisión que ahogaba. Viví maltrato físico, psicológico, social, económico y sexual, todos dejando grandes heridas en mi vida. Mi piel todavía tiene memoria mientras mis recuerdos batallaban.
Nunca sabemos lo que esconde cada mirada, ni las experiencias que cada persona ha vivido y es por ello que no debemos juzgar sin conocer que hay detrás de todo aquello que vivimos o vemos. Al salir de tan doloroso laberinto inicie un proceso de reconstrucción, permití que hicieran de mí otra persona, pero ahora puedo decir que yo, soy yo. He aprendido a agradecer, no a esa persona, sino a la vida por darme una oportunidad para quererme, amarme, respetar y cuidarme, esto, me hizo fuerte.
Ahora no se trata de contar mi historia, se trata de educar encuentro a la dependencia, los celos, la posesión, la inseguridad, de buscar la mejor manera para transmitir el apoyo para los que aún viven situaciones de violencia, educar a nuestros niños de darles la libertad de demostrar sus sentimientos, de saber que somos y enseñarles su valor, respeto y amor.
¿Como pude soportar tanto dolor? He estudiado esa pregunta cada día, lo único que he descifrado, es que el miedo puede ser nuestro peor enemigo en momentos de tanto dolor, la misma sociedad puede convertirse en un arma más al momento de levantar nuestra voz. Todo esto me tocó enfrentarlo, me tocó escuchar críticas, opiniones sin sentido, hasta que me sentí realmente fuerte, realmente estable para salir adelante y demostrarle al mundo que podemos superar cualquier adversidad a pesar del dolor o la caída que podamos tener.
Pero lo único de lo que estoy segura es que esto me dio fortaleza y dignidad, regalos de Dios para vestirnos diariamente, esto me permitió identificar el mal que podemos tener solo a pocos pasos de nosotros, entendí que no solo las mujeres pasan por momentos tan complicados de entender, también los niños y los hombres son víctima de la violencia que se está consumiendo a nuestra sociedad.
Decidí continuar la lucha contra la violencia de género porque he entendido esta experiencia como una misión que Dios coloco en mi camino, donde aprendí a renacer como el hermoso Ave Fénix para salir adelante y transmitirle mi seguridad a cada una de las personas que por miedo continúan en ese doloroso lugar. Se que juntos, en una lucha constante, podremos trabajar en fortalecer el respeto, el amor, la igualdad y la solidaridad.
Es momento de vestirnos de mujeres guerreras, llenas de dignidad y gran fortaleza.
Nuestra vestidura y sonrisa en cada paso
Proverbios 31-25