Desde muy pequeños trazamos metas en nuestra vida y sin darnos cuenta, cuando vamos creciendo, por distintas razones, abandonamos nuestros sueños.
De niños somos grandes soñadores y capaces de crear las historias más fantásticas de éxito o fama. Muchos quieren ser cantantes, otros actores, algunos médicos, pero la certeza está en que siempre supimos responder a lo que queríamos ser de grandes.
Cuando crecemos nos damos cuenta de que alcanzar el éxito, requiere de esfuerzo y no basta solo con soñar. Para materializar lo que deseabas cuando eras un niño, debes emplear la disciplina y la constancia; pero también llorarás, sudarás y te cansarás. Es por ello, que, en el camino al triunfo, muchos deciden no esforzarse, solo conformarse con su realidad y dejar de luchar.
Los sueños no deben ser solo eso, para materializarlos debes despertar y actuar, de lo contrario pueden convertirse en pesadillas que te recuerden constantemente que no luchaste, ni te esforzaste lo suficiente. Aunque el camino se torne arduo y se presenten obstáculos; tu determinación, tu coraje y tus ganas de triunfar te conducirán a la meta.
Mi filosofía de vida es que ya habrá tiempo para descansar; por ahora trabajaré incansablemente por alcanzar el éxito y hacer sentir orgullosa a mi niña interior, esa que nunca para de soñar, ni de creer en sí misma.
A ti, que lees estas líneas, te pido que nunca abandones a tu niño soñador, enséñalo a caminar de la mano del adulto que construye realidades.
Siempre recuerda que la disciplina, la constancia y el esfuerzo, son los ingredientes del éxito; de ti depende si aprendes o no a prepararlo.
Con amor, Luiseth Materán