“Hace unos días pasé por un edificio donde viví hace algunos años. Tenía que recoger algo en la casa de una antigua vecina, algo me llamó la atención, uno de los departamentos tenía la puerta totalmente destrozada y las paredes negras, como quemadas. Le pregunté a mi antigua vecina que había pasado y ella me respondió: “¿No te acuerdas quien vivía allí? La Problemática”.
La violencia basada en género (VBG), es un término general que designa todo acto lesivo perpetrado contra la voluntad de una persona y que está asentado en diferencias construidas socialmente entre hombres y mujeres, diferencias que han configurado desigualdades. Las principales afectadas por la violencia basada en género son las niñas, adolescentes y mujeres.
Comprende los actos que tienen como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico; así como las amenazas de cometer tales actos, la coacción y otras privaciones de libertad. Estos hechos pueden cometerse tanto en el ámbito público como en el privado.
El término «violencia de género» también se emplea con la intención de recalcar las dimensiones de género de determinadas formas de violencia contra los hombres y los niños; en particular, ciertas formas de violencia sexual que se cometen con la intención expresa de consolidar normas desiguales de género, referentes a los conceptos de masculinidad y feminidad.
Asimismo, se usa el término «violencia de género» para describir la violencia dirigida contra las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales (LGBTTI). La violencia contra las mujeres, es un tipo específico de violencia basada en género y tiene diversas expresiones y tipologías, como la violencia física, sexual, psicológica, siendo su expresión más cruel y extrema el femicidio.
La vecina “Problemática” fue víctima de violencia extrema, su ex pareja intentó matarla a ella y a su pequeña hija. Roció de gasolina la puerta de la casa y le prendió fuego. Ella, por pura voluntad de vivir, pudo romper la puerta, salvarse y salvar a su hija. Ningún vecino o vecina fue a socorrerla, nadie hizo caso a sus gritos, ni al llanto desesperado de la niña. Ya había costumbre con el escándalo, una vez llamaron a la policía y quedaron mal porque ella dijo que allí no había pasado nada. Otra vez, un vecino quiso interceder en una pelea y ella lo insultó. Por eso sólo salieron cuando el olor y el humo los asustaron.
En la violencia de género, especialmente en la más común que es la violencia en el seno de la pareja, hay algo que es fundamental comprender y es que ésta, opera de manera cíclica y en aumento. El llamado círculo de la violencia, atrapa a las personas que lo sufren, generando dependencias; es muy complejo y difícil de romper. Tiene tres momentos que es posible identificar:
La acumulación de tensión: comienzan los pequeños desacuerdos y el maltrato psicológico basado en la idea de control. Las tensiones se manifiestan con insinuaciones, sarcasmo, menosprecios, ira contenida, entre otras. El agresor, por su lado, busca desestabilizar a la mujer, mientras que ella va adoptando una serie de medidas para calmar la situación y minimizar o negar el problema.
El estallido violento: se caracteriza por la pérdida total del control que se manifiesta con agresiones verbales, ataques físicos o sexuales por parte del agresor. Las consecuencias más importantes para la persona que vive violencia, se producen en esta fase, quienes además, se muestran incapaces de reaccionar ante dichos ataques.
La reconciliación o luna de miel: El agresor toma consciencia de lo que ha hecho y se esfuerza por mantener a su pareja a su lado, muestra arrepentimiento, pide perdón, llora y promete que no lo volverá a hacer. Esto hace que la mujer, a pesar de todo, renueve sus esperanzas en que su pareja cambie.
Señalar a la mujer por no poder romper con este círculo no ayuda en nada a que efectivamente pueda salir de él. Las personas sobrevivientes de violencia por razones de género, tienen derecho a un trato digno y respetuoso y a que no se las culpe. Apoyarlas sin juicio, brindarles toda la información disponible, tener una actitud de disponibilidad para la escucha, y sobre todo respetar su voluntad y valorar sus recursos son aspectos centrales para romper el ciclo de la violencia.
Fondo de Población de las Naciones Unidas en Venezuela